Esta
luz, estas ramas, me impacientan.
Por
más azul que esté, el cielo se entromete.
Porque
empiezo a notar
que
hay algo más que debo hacer,
y
no logro encontrar el ritmo de los días
al
que en otros inviernos podía moverme bien.
Cortaron
aquel árbol alto,
el
que el amanecer doraba –ese fervor
de
pájaros y querubines
callados.
La sequía
había
apagado el verde
en
muchas de sus hojas.
Porque sé
que
una necesidad nueva ha empezado
a
echar sus redes desde mí hacia
un
lugar desconocido. Busco
un
silencio que está casi presente,
huidizo
en los latidos de mi corazón.
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