Esta
noche ha pasado Santiago
su
camino de luz en el cielo.
Lo
comentan los niños jugando
con
el agua de un cauce sereno.
¿Dónde
va el peregrino celeste
por
el claro infinito sendero?
Va
a la aurora que brilla en el fondo
en
caballo blanco como el hielo.
¡Niños
chicos, cantad en el prado
horadando
con risas al viento!
Dice
un hombre que ha visto a Santiago
en
tropel con doscientos guerreros;
iban
todos cubiertos de luces,
con
guirnaldas de verdes luceros,
y
el caballo que monta Santiago
era
un astro de brillos intensos.
Dice
el hombre que cuenta la historia
que
en la noche dormida se oyeron
tremolar
plateado de alas
que
en sus ondas llevóse el silencio.
¿Qué
sería que el río paróse?
Eran
ángeles los caballeros.
¡Niños
chicos, cantad en el prado.
horadando
con risas al viento!
Es
la noche de luna menguante.
¡Escuchad!
¿Qué se siente en el cielo,
que
los grillos refuerzan sus cuerdas
y
dan voces los perros vegueros?
Madre
abuela, ¿cuál es el camino,
madre
abuela, que yo no lo veo?
Mira
bien y verás una cinta
de
polvillo harinoso y espeso,
un
borrón que parece de plata
o
de nácar. ¿Lo ves?
Ya
lo veo.
Madre
abuela. ¿Dónde está Santiago?
Por
allí marcha con su cortejo,
la
cabeza llena de plumajes
y
de perlas muy finas el cuerpo,
con
la luna rendida a sus plantas,
con
el sol escondido en el pecho.
Esta
noche en la vega se escuchan
los
relatos brumosos del cuento.
¡Niños
chicos, cantad en el prado,
horadando
con risas al viento!
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