La
tarde gime
y
el espacio se estrecha en la penumbra
dejándome
ver tu cuerpo.
¡Oh,
cuántos violines se romperán en el silencio!
Una
nota vivaldiana se apaga entre las sombras
mientras
me invitas a recorrerte con mis manos ajadas.
¡Oh,
criatura de piel aceitunada!
¿A
qué extraños parajes me conduces?
¿A
qué remotos ríos?
Un
ligero sopor nos adormece
en
esta cálida tarde de verano.
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