Los
espejos del bosque, caballero,
tornaron
a Casilda en triste viento.
Cabalgó
Rocinante, y fue su intento
de
todos los galopes el primero.
¡Nunca
se vio caballo tan ligero
y
nunca don Quijote un juramento
impuso
con tal gracia y valimiento
salvando
a Dulcinea con su acero!
Es
la historia, batalla de manchegos
que
funden ilusiones y aparejos
con
celadas y yelmos andariegos.
Del
bosque y el carrasco los espejos
quebraron
sus cristales y juegos.
¡Crisol
de realidades y reflejos!
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