Lobo
hunde sus pisadas
en
altas moquetas de hoteles
y
la puerta giratoria le exime,
por
unos instantes, de decidir.
Palacios
de nieve y aeropuertos:
Lobo
no ama, espera, sólo espera
con
ese cansancio en respirar,
hablar
y mirar, vivir el hilo
que
enhebra sueño y recuerdo
hasta
que se te desfonda el alma.
Que
inútil: ya estás muerto,
todo
se repite para no volver.
Corazón
de plomo y agua sucia
-diluvios,
castigos, sólo tormentas-,
con
la que hierves leche y café
en
el botarás, ciego, tu barco
que
entre escollos de magdalena
tratará
de llegar a buen puerto:
sólo
es cierto lo olvidado
y
nada de pierde en la memoria
excepto
nombres y aniversarios.
Temblando
de frío, hambre y deseo,
Lobo ya no llora: sólo
espera.
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