Ilustración Alejandra Caballero.
LA HABITACIÓN NACIÓ PENSADA DE ESTE COLOR.
Alguien, en su inmensa sabiduría, debió de imaginarla así en un tiempo imposible, anterior o por llegar, y desde un lugar que al buen seguro no existe.
Todo en ella respira azul. De azul suave, casi transparente, son los visillos que filtran una luz vespertina que sin duda anuncia lluvia. Son azules la colcha que reposa en el suelo, y las sábanas sudorosas que se enredan entre los sueños fatigados de la mujer.
De predominante azul son casi todos los cachivaches y recuerdos que ha ido acumulando desde que de niña vio por primera vez reflejados sus ojos en el espejo grande del armario de su madre, también sola. El marco de una foto en la que se la ve con trenzas y vistiendo de colores marineros. El jarrón de cristal teselado que reposa en el alféizar de la ventana y que se trajo de Ibiza en su único viaje en pareja. La lámpara de pie que compró para aquel rincón de aquella casa que nunca llegó habitar. y el tapizado del sillón de orejas que restauró cuando decidió irse a vivir con aquel tipo, al que más tarde descubrió compartiendo esas mismas intenciones pero con una mujer de ojos ligeramente lapislazulados.
Ella es rubia, de mejillas sonrosadas y tan dulce como tímida. Y le encantaría tener los ojos azules infinitos, y del color de la tierra húmeda.
Acaba de masturbarse en esta tarde de domingo tediosa y calma. Todavía le tiemblan los muslos empapados. Tendida en ese colchón demasiado ancho, mira absorta cómo unas cuantas nubes estivales van invadiendo de un amenazante azul oscuro su ventana. A su lado, un libro de relatos de tacto áspero y tono cáustico cuya lectura no le hace ningún bien, uno de sus varios consoladores, y un vacío por llenar.
Se ve un relámpago y luego se escucha un espantoso trueno.
AUTOR: Raúl Ariza.
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