lunes, 13 de octubre de 2014

EL HOMBRE QUE ARREGLABA LAS BICICLETAS. Ángel Gil Cheza.



Una novela que cuenta lo que quiere contar, y en la que hablan los gestos y se dibujan las palabras.


SINOPSIS:  ¿A quién le escribirías la última carta de tu vida?
El testamento de un escritor de novela negra empuja a su viuda, a su hija y a una antigua novia irlandesa —a la que abandonó años atrás sin explicación alguna— a convivir un verano en su casa de la playa junto a un taller de bicicletas en la costa mediterránea.
Hay novelas que no se pueden contar, ni tan sólo describir, porque sería como explicar un beso antes de darlo. El hombre que arreglaba las bicicletas es un verano en algún lugar de nuestra imaginación.
En esta obra, el autor nos habla de los amores de juventud; de lo que queda por decir; del amor que no se olvida; de los secretos que guardamos;  de cómo cada persona que uno ama está, de alguna manera, conectada con las anteriores o posteriores relaciones de su existencia; de las pasiones adolescentes;  de los motivos, a veces insospechados, que motivan a las personas a abandonar una gran pasión sin dejar huella y, sin embargo, no olvidarla jamás; de lo sentimientos encontrados que genera el conocimiento de la vida sentimental de un hombre que ha simbolizado para ti un gran amor; de los caprichos que sólo el corazón conoce.
Ángel Gil Cheza consigue contagiarnos su particular modo de ver el mundo; un lugar en el que se escucha cada palabra, se atiende a cada gesto, y donde cada momento que compartimos con alguien cuenta.
Ángel Gil Cheza escribe como un poeta que nunca escribió un solo verso. Lo hace con contundencia y dureza cuando la trama lo requiere y con delicadeza y lirismo cuando la trama se lo pide. Su novela engancha y su lectura es rápida, porque te atrapa desde el comienzo. Con varios vuelcos magistrales y con un final espectacular e inesperado.


Reconozco que me resultó un comienzo algo confuso hasta que poco a poco me quedé prendado tanto de la historia como de la forma de narrar del autor. El argumento gira en torno a las relaciones que se establecen durante un verano entre tres mujeres que de distintas maneras fueron muy importantes en la vida del mismo hombre, dos mujeres que representaron dos tipos de amor en distintos momentos de su vida y la hija que tuvo con la que acabó siendo su esposa. Ninguna de las dos mujeres sabía nada de la otra y tras el estupor y rechazo inicial comienzan a evaluar que parte de ese hombre ya desaparecido pueden encontrar en la otra.


Ángel Gil Cheza describe de forma brillante los pensamientos, sentimientos y actitudes vitales de los personajes. No existen reglas de oro para pintar con palabras los sentimientos.
Es también una novela de personajes. Tres personalidades muy distintas llenan estas páginas. En cualquier caso, hay un perfecto equilibrio entre ellas, ninguna pesa más que la otra, son sumamente distintas y a la vez complementarias. Sin duda el autor ha hecho un buen trabajo en el trazado del carácter de las tres y consigue que las entendamos aunque, no siempre, compartamos sus decisiones y actitudes. Por el silencio de sus personajes. Por las cosas que se callan porque duelen, o las que no quieren oír porque van a doler. Donde saben que cada uno lleva su parte de culpa escondida.

Con un lenguaje detallista, sencillo, refrescante nos encontramos con una novela intimista que te adentra directamente en un mundo de recuerdos, de nostalgia, de amistad, de amor, de rencores, de desilusión y de esperanza, todo envuelto por la brisa del mar.

Una novela que remueve, que nos hace pensar en lo que tenemos, en lo que perdimos y en cómo sería nuestra vida si las decisiones tomadas fuesen otras.



 

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