Una
novela que cuenta lo que quiere contar, y en la que hablan los gestos y se
dibujan las palabras.
SINOPSIS: ¿A quién le escribirías la última carta de tu vida?
El
testamento de un escritor de novela negra empuja a su viuda, a su hija y a una
antigua novia irlandesa —a la que abandonó años atrás sin explicación alguna— a
convivir un verano en su casa de la playa junto a un taller de bicicletas en la
costa mediterránea.
Hay
novelas que no se pueden contar, ni tan sólo describir, porque sería como
explicar un beso antes de darlo. El hombre que arreglaba las bicicletas es un verano
en algún lugar de nuestra imaginación.
En
esta obra, el autor nos habla de los amores de juventud; de lo que queda por
decir; del amor que no se olvida; de los secretos que guardamos; de cómo cada persona que uno ama está, de
alguna manera, conectada con las anteriores o posteriores relaciones de su
existencia; de las pasiones adolescentes;
de los motivos, a veces insospechados, que motivan a las personas a
abandonar una gran pasión sin dejar huella y, sin embargo, no olvidarla jamás;
de lo sentimientos encontrados que genera el conocimiento de la vida sentimental
de un hombre que ha simbolizado para ti un gran amor; de los caprichos que sólo
el corazón conoce.
Ángel
Gil Cheza consigue contagiarnos su particular modo de ver el mundo; un lugar en
el que se escucha cada palabra, se atiende a cada gesto, y donde cada momento
que compartimos con alguien cuenta.
Ángel
Gil Cheza escribe como un poeta que nunca escribió un solo verso. Lo hace con
contundencia y dureza cuando la trama lo requiere y con delicadeza y lirismo
cuando la trama se lo pide. Su novela engancha y su lectura es rápida, porque
te atrapa desde el comienzo. Con varios vuelcos magistrales y con un final
espectacular e inesperado.
Reconozco
que me resultó un comienzo algo confuso hasta que poco a poco me quedé prendado
tanto de la historia como de la forma de narrar del autor. El argumento gira en
torno a las relaciones que se establecen durante un verano entre tres mujeres
que de distintas maneras fueron muy importantes en la vida del mismo hombre,
dos mujeres que representaron dos tipos de amor en distintos momentos de su
vida y la hija que tuvo con la que acabó siendo su esposa. Ninguna de las dos
mujeres sabía nada de la otra y tras el estupor y rechazo inicial comienzan a
evaluar que parte de ese hombre ya desaparecido pueden encontrar en la otra.
Ángel
Gil Cheza describe de forma brillante los pensamientos, sentimientos y
actitudes vitales de los personajes. No existen reglas de oro para pintar con
palabras los sentimientos.
Es
también una novela de personajes. Tres personalidades muy distintas llenan
estas páginas. En cualquier caso, hay un perfecto equilibrio entre ellas,
ninguna pesa más que la otra, son sumamente distintas y a la vez complementarias.
Sin duda el autor ha hecho un buen trabajo en el trazado del carácter de las
tres y consigue que las entendamos aunque, no siempre, compartamos sus
decisiones y actitudes. Por el silencio de sus personajes. Por las cosas que se
callan porque duelen, o las que no quieren oír porque van a doler. Donde saben
que cada uno lleva su parte de culpa escondida.
Con
un lenguaje detallista, sencillo, refrescante nos encontramos con una novela intimista
que te adentra directamente en un mundo de recuerdos, de nostalgia, de amistad,
de amor, de rencores, de desilusión y de esperanza, todo envuelto por la brisa
del mar.
Una
novela que remueve, que nos hace pensar en lo que tenemos, en lo que perdimos y
en cómo sería nuestra vida si las decisiones tomadas fuesen otras.
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