Todas
las mañanas salía de mi casa a observar las nubes. Mi sueño era bailas con
ellas algún día.
Mi
mamá me decía que me olvidase de esa idea, que solo los pájaros lograban
tocarlas.
Pero
yo insistía.
Soñaba
y bailaba, bailaba y soñaba.
Sin
darme cuenta, mi pueblo comenzó a crecer.
Una
noche, mientras soñaba con las nubes… unos ruidos me despertaron. Era Mateo, un
nuevo vecino que construía su casa bajo la mía.
La
idea de tener un vecino sonaba bien. El bongó de mateo también sonaba bien.
La
noche siguiente, otros ruidos me despertaron. Era una mujer que construía su
casa bajo la casa de Mateo, que estaba bajo mi casa. Se llamaba Teresa y era
cantante de chamamé. Me empezó a gustar la idea de tener dos vecinos.
La
noche siguiente me despertaron otros ruidos. Era Ulises, un fabricante de
cometas. Construía su casa debajo de la casa de Teresa, que estaba debajo de la
casa de Mateo, que estaba bajo mi casa.
Y
debajo de nuestras casas se mudaron muchos vecinos más.
Como
mi casa había quedado muy alta, yo no podía salir. Por suerte Ulises me hizo un
regalo y así pude ir a la compra. Me regaló una de sus magníficas cometas.
Una
mañana, al salir de casa… las vi, por primera vez frente a mí.
Se
movía de un lado a otro, como invitándome a bailar con ellas. Me sentí feliz.
Pero
allá arriba solo se oía el viento. No había bongós, ni chamamé, ni vecinos.
Tanto
silencio me puso triste.
Por
eso decidí volver a mi pueblo con mis vecinos.
Autora: Vania Starkoff.
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