Ángeles
con espadas
custodian
el aire.
Un
toro de sombra
mugiendo
en los árboles.
—Madre,
tengo miedo
del
aire.
Mira
las estrellas.
Aún
no son de nadie;
ni
son del Obispo
ni
son del Alcalde.
—Madre,
quiero una
que
hable.
Patitas
de cabra
siguen
vacilantes
al
osito blanco
de
la luna errante.
—Madre,
quiero un oso
que
baile.
Pandero
de harina:
luna
en el estanque.
Las
cinco cabrillas
sin
cesar, tocándole.
—Madre,
se me hielan
las
carnes.
Floridas
de escarcha
ya
son como panes.
La
aurora las dora
y
acorteza el aire.
—Madre,
no te oigo.
¡Tengo
hambre!
¡Uuuuuuuh…!
Duerme, mi niño;
que
viene el aire
y
se lleva a los niños
que
tienen hambre.
Hay José! Cómo duele el hambre, ni la luna ni el aire pueden callarle.
ResponderEliminarHola Zoe!! Cuanta razón tienes, es un dolor silencioso.
EliminarGracias por el comentario