Lo
invisible, arraigado en el frío,
y
madurando hacia esa luz
que
se disipa
en
todo cuanto
alumbra.
Nada tiene fin. La hora
vuelve
al comienzo
de
la hora en que respiramos: como si
nada
hubiera. Como si no pudiera ver
nada
que
no es lo que es.
En
el límite del verano
y
su calor: cielo azul, colina púrpura.
La
distancia que sobrevive.
Una
casa hecha de aire, y el flujo
del
aire en el aire.
Como
estas piedras
que
se deshacen contra la tierra.
Como
el sonido de mi voz
en
tu boca.
Me gustó mucho el poema
ResponderEliminarMe alegra que lo compartas
¡un abrazo!