Por
la mañana abandono mi sexo.
Al
atardecer vuelvo
cuando
me desnudo para entrar en la ducha.
Mi
madre siempre dice que tengo los hombros de mi padre.
Con
el vaho en el espejo el contorno es más ancho, más generoso.
Dibujo
una línea recta con los dedos, con la mano la deshago.
En
los ojos guardo la tristeza de las muñecas
que
jugaron a ser hijas
y
que mis padres acabaron regalando.
El
agua fría me trae a mi cuerpo,
escondo
el pene entre las piernas.
Mamá:
¿a quién me parezco?
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