Quizá
el amor es simplemente esto,
entregar
una mano a otras dos manos,
olfatear
una dorada nuca
y
sentir que otro cuerpo nos responde en silencio.
El
grito y el dolor se pierden, dejan
sólo
las huellas de sus negros rebaños,
y
nada más nos queda este presente eterno
de
renovarse entre unos brazos
Maquina
la frente tortuosos caminos
y
el corazón con frecuencia se confunde,
mientras
las manos, en su sencillo oficio,
torpes
y humildes siempre aciertan.
En
medio de la noche alza su queja
el
desamado, y a las estrellas mezcla
en
su triste destino.
Cuando
exhausto baja los ojos, ve otros ojos
que
infantiles se miran en los suyos.
Quizá
el amor sea simplemente eso,
el
gesto de acercarse y olvidarse.
Cada
uno permanece siendo él mismo,
pero
hay dos cuerpos que se funden.
Qué
locura querer forzar un pecho
o
una boca sellada.
Cerca
del ofuscado, su caricia otro pecho exige,
otros
labios, su beso,
su
natural deleite otra criatura.
De
madrugada, junto al frío,
el
insomne contempla sus inusadas manos,
piensa
orgulloso que todo allí termina,
por
sus sienes las lágrimas resbalan.
Y
sin embargo, el amor quizá sea sólo esto,
olvidarse
del llanto, dar de beber con gozo
a
la boca que nos da, gozosa, su agua,
resignarse
a la paz inocente del tigre,
dormirse
junto a un cuerpo que se duerme.
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