lunes, 7 de junio de 2021

UNA ROSA SOLA. Muriel Barbery.

La quinta novela de la escritora francesa. Salir de nosotros mismos aprendiendo a vivir con nuestros muertos, admitiendo que todos están y estarán en nuestra vida, pero sin pena ni dolor.
 
SINOPSIS: Rose, una botánica de 40 años, viaja por primera vez en su vida a Japón para conocer el testamento de su padre, un hombre al que nunca conoció. Solitaria y distante, con el paso de los años se ha cerrado a la vida.
En Kioto es recibida en la casa tradicional de su padre y conoce a Paul, un belga de su edad que trabajó con él durante años. Rose está en tensión por toda la situación y su comportamiento es exasperante, pero pronto Paul y Rose comenzarán a reconocer sus fragilidades. Mientras Rose comprende poco a poco quién era su padre, cuánto la amaba y que se limitó a respetar el deseo de la madre de Rose de no intervenir nunca en sus vidas, descubrirá también la belleza de la cultura japonesa y se abrirá de nuevo a la alegría del amor.
 
 
 
 
 
El dolor es una experiencia universal. Y, sin embargo, cada cultura se relaciona con sus muertos de una manera diferente, que es la raíz misma de sus antepasados.
“Una rosa sola” es una historia sencilla en la que podéis sumergiros con Barbery en cada capítulo con una pequeña anécdota histórica de la antigua China o del Japón medieval a modo de introducción, una invitación a reflexionar antes de continuar la historia de Rose.
En esta nueva novela vais a conocer a Rose, una mujer de 40 años, solitaria y poco sociable, que no quiere saber nada del mundo que le rodea, tan sólo sus queridas plantas. Pero Rose tiene que viajar a Japón para conocer el testamento de un padre al que no ha conocido, ni ha ejercido de padre, ni relación alguna.
Allí, en Japón, Rose descubrirá la realidad de un pasado familiar que desconocía por completo... cómo su madre prohibió a su padre aparecer en sus vidas, el amor incondicional de un padre que nunca pudo estar a su lado... y con ello, la vida le dará una segunda oportunidad para descubrir el amor.
A medida que Rose va adentrándose en toda esa belleza y descubriendo quién era su padre viviréis una intensidad de sentimientos, el renacer de una mujer rota y melancólica que poco a poco va despertando de nuevo a las maravillas del mundo gracias a la cultura Japonesa. Al mismo tiempo, os enfrentaréis a una historia romántica de dos personas dañadas que se encuentran y conectan, poco a poco irán saliendo del letargo y la tristeza que los envolvía, tal vez el amor alimente sus espíritus y los aleje para siempre de la insensibilidad que los rodeaba.

El libro apunta hacia un camino de evolución personal que, no obstante, queda incompleto para mi complacencia. Intuiréis que el final de la historia no es sino un reinicio, el comienzo de algo más importante, la ruptura de un cascarón. Pero, a todas luces insuficientes, deja ganas de ir más allá, porque a la pareja le quedan muchos miedos por superar: el miedo al fracaso; pero otro más grave, el miedo al éxito. La autora os dice que lo harán juntos, eso consuela.

En la novela se habla de ausencias, de soledad y de volver a vivir dando una nueva oportunidad a la vida. Que no es lo mismo, pero es igual que el sentimiento de soledad y desamparo que ha marcado estos meses de confinamiento, y la necesidad de revivir y descubrir la belleza de los pequeños detalles.
 
Y en “Una rosa sola” veo la misma delicadeza y elegancia, la misma atención a los detalles que disfruté en sus anteriores novelas.
El lenguaje está muy cuidado, es incluso poético y el ritmo es lento, diría que esa lentitud especial a la hora de contar las cosas, esas descripciones de lo cotidiano. El ritmo de la novela es sereno, lleno de silencios que en realidad cuentan mucho más que las palabras que se pudieran decir. Una novela que habla de ausencias, de soledad y de heridas antiguas y profundas que necesitan sanar para poder seguir viviendo. Es una novela emocional durante el transcurso de la lectura, pero cuando terminas, se convierte en reflexiva para el lector que al concluir es cuando aprecia lo refinado de esta apacible historia.
Novela de metáforas, también es un texto zurcido de parábolas que, aunque el lector crea que proceden de la tradición nipona y china, son invenciones de Barbery que le han servido para poner en escena de manera simbólica las diferentes transformaciones de la protagonista en su deambular por un Kioto.
Sentir que una lectura me va llenando de olores, texturas, sonidos y sabores de Kioto es un lujazo para cualquier lector. Durante la lectura tenía la sensación de estar yo mismo viviendo el Kioto de Rose, y al mismo tiempo me emocionaba con la apertura a la vida de una persona solitaria y fría.
 
En cuanto a los personajes, el elenco es reducido. Apenas cuatro personas con las que Rose se relaciona de una manera o de otra, y que la ayudan a saber quién era su padre, Haru, un hombre ausente pero omnipresente en la novela, con mucha fuerza a pesar de que nunca está presente.
Asimismo, es la descripción de la transformación de la protagonista gracias a descubrir quién era su padre fallecido de la mano de otros personajes, desde su asistente, el belga Paul, a la criada Sayoko o al inclasificable pintor, poeta, calígrafo y alfarero Keisuke Shibata.
Se refiere Muriel, al cambio que da su Rose tras conocer a Paul, el asistente y mano derecha de  Haru, su padre, un importante marchante de arte japonés al que nunca conoció pero que sin saberlo ha estado siempre presente. Y que ahora, ayudado por Paul, intentará con sus últimos deseos mostrarle el camino que debe seguir para ser feliz.
Veremos a una Rose, en absoluta tensión, rebelarse contra todo. Cada vez más exasperante. Cada vez más patentes sus carencias y debilidades. Es difícil dar afecto cuando no se ha recibido. Pero no imposible. Poco a poco, irá abriéndose al mundo, a las personas y al amor. Masticar despacio, recuperar el sabor de la vida. Todo un ritual de los sentidos para simbolizar cómo Rose vuelve poco a poco a sentir. Lo último en abrirse será su corazón. Es así, como asistiremos a los primeros compases de autodescubrimiento de la protagonista a lo largo de una hoja de ruta que su padre le ha dejado marcada sobre una suerte de mapa de jardines apacibles, que le invitarán a explorar a fondo su naturaleza contemplativa.
 
Recomiendo leer “Una rosa sola” de Muriel Barbery para pasear por Kioto y conocer un íntimo camino por la ciudad, un paseo espiritual para abandonar la soledad y recibir al amor.
 
 

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