Un juego de verdades y ficciones en el que el lector se verá rápidamente involucrado. Aborda la tensión entre relato y realidad que anida en toda propuesta que indaga en la memoria y en la construcción de la identidad.
El autor almeriense os lleva de nuevo al terreno de la infancia, a ese pasado que todos tendemos a idealizar y que él plantea como un terreno pantanoso donde no hay sitio para la nostalgia, sino tan solo una deuda pendiente. Con un estilo que os hará dudar a menudo, “Trigo limpio” ensambla la ficción con la realidad, de forma que podríais estar delante de una novela auto-ficcional aunque con muchísimas dosis de mentira y de incertezas.
La historia arranca con la ampliación del aeropuerto almeriense y la amenaza que ello supone para una barriada, cuyos vecinos se ponen en pie de guerra. ¿Arranque de novela social? Solo en apariencia, es difícil abstraerse de lo social en una historia sobre la infancia, con un barrio de extrarradio como escenario.
El narrador personaje ha publicado la novela 'Un hombre bajo la lluvia' —como el autor— y recibe un mensaje de Simón, un antiguo amigo de escuela y pandilla, que la ha leído y le propone escribir sobre sus lejanas andanzas infantiles en el barrio donde les habían construido el aeropuerto. El hecho de que hayan pasado 25 años convierte la sugerencia en un misterio, pero mientras el narrador trata de elucidarlo se pone a escribir el texto que estamos leyendo. Asistimos así al proceso de hacerse la novela, en el que se trenzan varios hilos en capítulos alternos: la rememoración, las pesquisas presentes alrededor de Simón, reflexiones sobre las estrategias para armar una novela y una conversación que es el centro neurálgico de todo.
Es una historia de amistad, de nostalgia, de la memoria y sus trampas, de aventuras de infancia con un aeropuerto, un balón, un héroe muy precoz, un coche-patrulla de la guardia civil… Y es la historia de un encargo.
Una compleja arquitectura interior sostienen las tres preguntas que atraviesan esta novela: concluirá el narrador sin nombre su novela, quién es Huáscar y qué es lo que busca Simón, el protagonista. El resultado es una historia poderosa con diferentes capas de interpretación y que tantea el género detectivesco, la reflexión sobre la importancia de cómo nos contamos las cosas y el valor refugio de la lectura.
En relación con esta combinación de vida y literatura -confusión a veces-, se propone un juego precioso con las letras y sobre lo que supone para un escritor concebir una historia en su cabeza y cómo esta se va forjando. Quizás, a veces, “Trigo limpio” se torna como un ensayo sobre literatura y el significado trascendental que tiene para los que la amamos.
Como describe acertadamente en su blog Pablo Martín Carbajal: "construye unos cimientos y una estructura perfectos con los que os hará navegar por la trama a su antojo, os conducirá con absoluta pericia por los caminos que él quiere que surquéis.
La obra es la estructura, es su prosa hábil y fluida, es el rico uso de las comparaciones y metáforas, es el humor. La novela también es el desnudo personal del escritor, que os mostrará sus armas, con las que construye la novela, con las que se debe construir una novela, os explicará en todo momento por qué hace tal o cual cosa."
Impactar al lector o lectora con una historia poliédrica, que os hablará de muchos temas y al mismo tiempo os genera infinitas preguntas. Es un libro lleno de otros libros, que el lector puede ir armando, recorriendo pasadizos, conexiones con otros libros…Y, al decir cosas así, te hace saber que los hallazgos lingüísticos en estas páginas son múltiples, e incluyen buenos diálogos, metáforas de alta resolución, sutilezas psicológicas y mucho saber sobre teoría de la literatura.
Estáis pues ante una fabulación que Juan Manuel Gil desarrolla, en ocasiones como si fuera una investigación policíaca, sobre tres personajes: Huáscar, Simón y él mismo. Y así os encontraréis dentro de una búsqueda imposible de la verdad y la memoria.
Sobre todo, “Trigo limpio” es una novela ágil y divertida que alberga en su corazón a unos chavales de barrio que parecen sacados de una película ochentera, con sus trastadas, sus juegos, sus desafíos entre colegas y sus dramas ocultos en la penumbra de la vida doméstica. El lector acepta sus trampas porque son las mismas trampas que os tiende la memoria. El lector comprende a los personajes, y se lo pasa bien con esos diálogos a medias coloquiales a medias envarados.
Hay personajes que esconden secretos, relatos manipulados, el autor juega a confundir al lector haciéndole creer que la figura del narrador y él son la misma persona.
Seguiréis la investigación de los personajes y os pondréis de su parte cuando descubren que por muchos modos que tenga una historia de contarse, es imposible encontrar con exactitud el origen de las culpas, de ciertos miedos, de venganzas infantiles, del dolor que no supimos ver aunque lo tuviéramos a un palmo de distancia.
Una novela de intensidad variable a lo largo de sus páginas, pero potente, buena, original, para ver la historia desde dentro, incluyendo la tramoya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario