El
piano de Claudio
es
como una ola.
Su
música viaja
desde
la vitrola;
comienza
en el fondo
del
mar, muy pequeña
y
luego se asoma
inmensa
en mi oreja.
Un
sol sostenido
alumbra
sus rieles
el
piano de Claudio
va
y viene, va y viene.
La
mano de Claudio
se
parece a un coche
que
vuela en las teclas
negras
de la noche.
Sus
dedos caminan
por
esta escalera
suben
un peldaño
y
bajan a tierra
(¿escuchan
el piano?).
La mano del hombre
parece
una araña
que teje canciones
en las teclas blancas.
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