Esta
tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como
en tu rostro y en tus acciones vía
que
con palabras no te persuadía,
que
el corazón me vieses deseaba;
y
Amor, que mis intentos ayudaba,
venció
lo que imposible parecía,
pues
entre el llanto que el dolor vertía,
el
corazón deshecho destilaba.
Baste
ya de rigores, mi bien, baste,
no
te atormenten más celos tiranos,
ni
el vil recelo tu quietud contraste
con
sombras necias, con indicios vanos:
pues
ya en líquido humor viste y tocaste
mi
corazón deshecho entre tus manos.
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