Nunca mires las cosas
tan sólo con tus ojos.
Intenta imaginar en tu interior
como se miran ellas a sí mismas.
¿Un charco gris con luna
es sólo un charco? ¿El viento que hace un alto
en su camino deja de ser viento?
¿La madera de un árbol vuelto mueble
ya no siente los nervios que la cruzan?
Todo tiene otro rostro, y no es el rostro
jamás de lo aparente. Cada cosa,
asomada a lo que es, nos da la espalda
y se abisma en saber qué esconde dentro.
Asómate a ese vértigo sutil
en que la irrealidad se hace evidencia.
La más común ceguera de este mundo
es ver tan sólo lo que todos ven.
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