Ya
no quiero
escribir
sobre el amor
ni
sus sórdidos
espejitos
de colores,
deslumbrantes
baratijas
de
algún genio maligno.
Ya
no quiero
escribir
del desamor,
ni
de la loba herida
que
desgarra mi carne
cada
noche
que
el insomnio
me
derrota.
Me
bebí de un trago
las
grandes palabras
y
ahora
sólo
quiero
sentarme
a la orilla de un verso
que me sane.
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