Tú
nunca la beses,
muerde
esa mano,
muérdela
bien, te digo,
así,
a
dentelladas,
sin
rencor y con rabia
hasta
llegar al hueso, donde duerme
bendito
el tuétano de la verdad,
muérdelas
todas,
todas
las manos limpias
que
te dan de comer, que te amparan y alivian
en
las noches sucias de tu condena,
pues
si con una mano – dicen – te dan la vida,
con la otra mano – digo
– matan tu dignidad.
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