Ilustración autor desconocido.
Y
la luna eras tú.
Una
luna creciente, blanca, fría.
Mirabas
hacia el mar y hacia las cosas
que
no eran yo.
Y
con cuánto silencio te gritaba
-creciente,
blanco, frío yo también-:
«Mírame,
mírame,
ay,
mírame mirarte...»
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