Pasaste
por mis versos un momento.
Te
quedaste para siempre
anclada
en la memoria de mi tarde.
Cuando
los pájaros vuelas bajo
y
las flores asoman
advirtiendo
sus colores.
Te
hiciste presente
en
un acertado instante.
Recité
el minuto de un feliz tiempo,
cuando
los lobos aún eran dóciles
y
no lloraban todavía las densas nubes;
tempestades
de vida para tu savia.
Pasajera
de mis poemas,
me
hiciste grande al descubrirme
y
yo me confesé pequeña ante tu grandeza.
Ahora
siempre recuerdo la tarde
abierta
de primavera,
cuando
las estrellas se encendieron
en
un camino con vuelta,
hacia
una infinita existencia.
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