Cada
vez que vuelvo a casa y me imagino
abrir
la puerta, dejar la llave, gritar tu nombre,
cada
vez que vuelvo a casa e intuyo el hambre
otro
plato sucio que fregar en la encimera
me
acerco a la ventana, riego mi maceta
y
te imagino cuidándola
y
te imagino hundiendo los dedos
en
las aguas turbias de mis generaciones.
Cuántos
mares habría dentro de ti, me pregunto,
cuántos
mares.
Nos
pareceríamos en la torpeza del gesto,
en
la lentitud del paso.
Buscaríamos
en el geranio los nombres de los padres
que
no existieron.
Inventaríamos
así nuestra historia,
llamaríamos
pan a la tierra mojada
y
ensuciaríamos nuestras manos acariciando las raíces:
un
ejército de cuerpos enterrados, invisibles
que
te hacen cosquillas en tus palmas de niña hambrienta
y
solo por un instante sentiría que te he salvado.
Pero
cada vez que vuelvo a casa y te imagino
y
te intuyo
hay
un geranio en mi ventana
que
se dobla, que me pide que le riegue,
que
me recuerda demasiado a la aridez de dos hombres cuando se quieren.
Holaaa
ResponderEliminarme encantó el texto, lleno de fuerza y sentimiento
un besazo!
Muchas gracias!!!
EliminarOtro beso para ti.