Tomo
el café amargo
—y
solo—
para
que la vida
me
deje mejor sabor de boca.
La
amargura entre dientes
se
acostumbró a mí.
Masticar,
tragar y regurgitar
cuando
no queda nada
fuera.
Bebo
la negrura
infusionada
y
a partir de ahí,
cualquier
día es más fácil.
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