Todos
los días
apenas
salga el sol
saldré
a la calle
a
gritarle al mundo
que
soy feliz
que
la vida es bella
y
que en su homenaje
me
pondré a bailar.
Aunque
creo más prudente
dejar
pasar unas horas:
saldré
a las diez de la mañana
cuando
todo el mundo está despierto
y
va de un lado a otro
por
aquella calle
a
la cual saldré
y
gritaré al mundo
que
soy feliz
que
la vida es bella
y
que en su homenaje
me
pondré a bailar.
Quizás
convenga más
salir
después del almuerzo
cuando
la gente tiene
sus
barrigas llenas
y
está más predispuesta
a
oírme gritar
que
soy feliz
que
la vida es bella
y
que en su homenaje
me
pondré a bailar.
En
realidad esperaré hasta la tarde
cuando
el sol está más bajo
y
no afecta la digestión
de
las multitudes
que
pasean por la calle
en
la cual estaré yo
diciendo
con todo mi pecho
que
soy feliz
que
la vida es bella
y
que en su homenaje
me
pondré a bailar.
Ni
de día ni de tarde:
no
hay nada mejor que la noche
para
salir a la calle
y
susurrarle
a
cada peatón
mientras
regresa de su trabajo
y
piensa en una rica cena
que
soy feliz
que
la vida es bella
y
que en su homenaje
me
pondré a bailar.
Pero
yo optaré por la madrugada
cuando
no hay un alma en la calle,
todo
el mundo duerme:
yo
también duermo,
así
que
mejor
me quedo en la cama
y
sueño
que
soy feliz
que
la vida es bella
y
que en su homenaje
me
pondré a bailar.
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