Te
estoy aguardando aquí,
faro,
madura manzana,
que
vas pasando a cuchillo
las
lejanías cerradas.
Te
estoy aguardando aquí,
junto
a la orilla del agua,
y
tú te marchas muy lejos
por
calles alborotadas.
Es
aquí donde yo aguardo,
a
la sombra de la playa,
el
ruiseñor de destellos
de
tus noches despertadas.
Que
es aquí, en la tierra dulce,
y
no en las olas amargas,
donde
descubre mi novia
sus
vertientes de albahaca.
Si
no te fueras tan lejos
y
acercases tus miradas,
verías
qué ola tan dulce
de
mármol son sus espaldas
y
cómo baten dos mares
la
arena de sus pestañas.
¡Ay,
faro: si tú la vieras
entrar
desnuda en el agua,
no
registrarías tantos
horizontes
ni distancias;
aquí,
con todas tus luces,
vendrías
a recordarla!
¡Ay,
faro: si tú pudieras
verla
tendida en la playa,
quedaríaste
en la orilla
como
un pescador de caña!
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