Tiene
el mirar arisco y sin color;
como
la cara, el corazón de palo,
sucios
los pensamientos y el amor,
gruesa
la parla, el vino pronto y malo.
Viene
de vuelta de cualquier lugar,
siempre
camino de ninguna parte,
rumiando
por lo bajo algún cantar
en
rimas tartamudas y sin arte.
Y
en tanto que la rabia aún le alcanza
para
otro día desvivido al raso,
planea
oscuramente su fracaso
como
una rara suerte de venganza;
con
más ganas de bronca que esperanza,
y
la navaja a mano, por si acaso.
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