En
un año que has estado
casada,
pechos hermosos,
amargas
encontraste
las
flores del matrimonio.
Y
una buena mañana
la
dulce libertad
elegiste
impaciente,
como
un escolar.
Hoy
vestida de corsario
en
los bares se te ve
con
seis amantes por banda
-Isabel,
niña Isabel-,
sobre
un taburete erguida,
radiante,
despeinada
por
un viento sólo tuyo,
presidiendo
la farra.
De
quién, al fin de una noche,
no
te habrás enamorado
por
quererte enamorar!
Y
todo me lo han contado.
¿No
has aprendido, inocente,
que
en tercera persona
los
bellos sentimientos
son
historias peligrosas?
Que
la sinceridad
con
que te has entregado
no
la comprenden ellos,
niña
Isabel. Ten cuidado.
Porque
estamos en España.
Porque
son uno y lo mismo
los
memos de tus amantes,
el
bestia de tu marido.
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