Bajo
un sol inflexible
llanos
ocres, colinas leonadas.
Trepé
por un breñal una cuesta de cabras
hacia
un lugar de escombros:
pilastras
desgajadas, dioses decapitados.
A
veces, centelleos subrepticios:
una
culebra, alguna lagartija.
Agazapados
en las piedras,
color
de tinta ponzoñosa,
pueblos
de bichos quebradizos.
Un
patio circular, un muro hendido.
Agarrada
a la tierra nudo ciego,
árbol
todo raíces la higuera religiosa.
Lluvia
de luz. Un bulto gris: el buda.
Una
masa borrosa sus facciones,
por
las escarpaduras de su cara
subían
y bajaban las hormigas.
Intacta
todavía,
todavía
sonrisa, la sonrisa:
golfo
de claridad pacífica.
Y
fui por un instante diáfano
viento
que se detiene,
gira
sobre sí mismo y se disipa.
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