Puedes
entrar. He dejado la puerta
abierta,
la luz, la calefacción
encendidas.
Hay un poco de vino
en
la alacena, el café está reciente
por
si me demoro y te vence el sueño.
Acaso
estés aquí cuando regrese,
arropada
en el sofá con mi manta
de
viaje, reconfortada, quizá
complacida
del mundo en su belleza,
sabiendo
que hay una técnica pura
en
esta maravilla de estar vivo.
Y
si no estás, bendito sea el tiempo
en
que estuviste. Sólo he de abrir
los
postigos para que fluya el agua
llovida
en la memoria. La luz, pronto,
dejará
en las paredes una sombra
que
llamará en sus labios con tu nombre,
contenta
de estar en casa de nuevo.
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