Hoy
os traigo la reseña “Los besos” de
Manuel Vilas es un libro que sólo por el título llama la atención, esos besos
que muchos hemos echado tanto de menos en todo este tiempo de pandemia.
SINOPSIS: Marzo, 2020. Un
profesor abandona Madrid por prescripción médica, va hasta una cabaña en la
sierra y conoce a una mujer apasionada quince años menor. Él se llama Salvador;
ella, Montserrat, y entre los dos crece una confianza plena e inesperada, llena
de revelaciones.
Sus
encuentros son un gran baño de luz. Salvador se ilusiona y le cambia el nombre,
la llama Altisidora, como un personaje del Quijote. Ambos se enamoran y
construyen una relación madura, con las prevenciones propias de sus cuerpos y
recuerdos: el pasado reaparece constantemente.
Los
besos es una novela de amor romántico e idealizado, pero también de piel y amor
carnal, de cómo en mitad de una crisis universal dos seres humanos intentan
regresar a la patria biológica y atávica del erotismo, ese lugar misterioso
donde hombres y mujeres encuentran el sentido más profundo de la vida.
Si
antes Vilas se recreaba en el abatimiento, ahora imprime la misma energía, o
más, en glosar lo bello. Continúa con el tema de los sentimientos como eje de
la vida, del amor y las diferentes clases de amor que delinean el destino de
las personas, la geografía del ser humano trazada por los claroscuros de este
sentimiento.
Manuel
Vilas crea en “Los besos” una novela
intimista y plena que se convierte en un alegato del amor romántico e ideal.
Una defensa a ultranza del amor y de todos los significados del verbo amar a
cualquier edad, sin más impedimentos ni límites que los que sus protagonistas,
un hombre y una mujer en la edad adulta.
La
novela arranca, Salvador es profesor de instituto a quien han prejubilado
anticipadamente; se desplaza durante un tiempo a una cabaña de la sierra para
así huir de la ciudad cuando el confinamiento decretado por el gobierno por
culpa de la Covid-19. En esta población serrana, Salvador queda prendado de
Montserrat nada más verla, una mujer quince años menor que él que trabaja en el
supermercado de la localidad.
Al
tiempo, la línea cronológica de 2020 en que sucede el enamoramiento se cruza en
un claro desplazamiento al pasado con la de 1981 cuando el protagonista era
estudiante en Madrid donde hizo amistad con Rafael Puig, un amigo con quien
hablaba de todo lo humano y lo divino en un ámbito de confianza y sana amistad,
como nunca jamás volvería a tener, le pone en contacto, con el lado misterioso
de la existencia. Esa dimensión mágica, inexplicable racionalmente, se denomina
el relato como oscuridad.
De
la percha argumental pende también un racimo de observaciones y opiniones
producto del caviloso y contradictorio protagonista. Con gusto por la paradoja
y en el límite de la ocurrencia se hace un repaso de dispersos asuntos: la
identidad, la crisis de las naciones, la falta de pulso en España y la Unión
Europea, el dinero, el saber clásico frente a la avasallante tecnología, la
libertad individual.
Refleja
este conjunto de ideas examinadas que entregan un saldo negativo sobre la
naturaleza humana.
Hay
en “Los besos” un claro homenaje al
amor romántico; a Cervantes, que puso a recorrer España a Don Quijote, un
idealista enamorado de un imposible; al amor en la madurez; al ejercicio de la
sexualidad en esa edad… En definitiva hay en esta novela una evidente
reivindicación de la vida.
Como
resultado Manuel Vilas habla en la novela del amor pleno, sin barreras, sin
condiciones… sin edad.
De
la ilusión de vivir a través de la pasión. El argumento son las reflexiones de
un hombre que se asoma a los 60 años en plena irrupción de la pandemia y con
una recién abierta crisis personal.
Abrir
los labios de la nueva obra de Manuel Vilas y dejarse besar por cada una de sus
páginas es un acto de amor a la literatura, a la vida y a la esperanza.
La
solvencia en esta novela que va increscendo. Comienza en un tono menor, para
con el paso de sus páginas ir ascendiendo hasta alcanzar un espléndido, sonoro,
humano, comprensivo total. Página a página, alejado de la novela autobiográfica,
esta historia explora la condición humana desde los sentimientos y radiografía
a dos almas que están deseando amar y que lo consiguen en un marco adverso.
Regala
el escritor un juego narrativo de personajes, de estructura, con idas y
venidas, de la juventud a la madurez, de vivencias presentes, pasadas y la
incógnita del futuro. Todo ello aderezado con la valentía de quién domina las
letras y se arriesga.
El
estilo es el propio de Manuel Vilas, un estilo reflexivo, introspectivo a
veces, dialogando en otras aunque siempre de esa manera indirecta que los
narradores fronterizos con el ensayo suelen utilizar. El escritor de Barbastro
construye una novela interesante que no deja indiferente. Una obra que conmueve
hace reflexionar sobre el mundo que nos rodea, el sentido de la vida, la
maternidad, el amor y los besos como una tabla de salvación. Porque es difícil
hablar de amor en medio del confinamiento. Algo que sorprende es que uno no ve
el confinamiento o la pandemia como algo terrible dentro de esta novela. Porque
está narrada desde la esperanza. Todo muy bien engarzado, son forzar nada, con
una naturalidad que enamora al lector con su literatura. Y enamora además
porque la novela rezuma poesía, musicalidad, filosofía, trascendencia y ante
todo trasparencia de sentimientos… cultura de todo tipo.
Sin
duda, con “Los besos” afrontaréis una
novela intimista y existencial, donde la hondura de la mirada permanece todo el
tiempo como si los ojos del escritor filmasen al otro cuerpo y se detuviesen en
lo más íntimo de él.
Triste
y bella. Inteligente y bella. Distinta y bella.
El
armazón de los personajes se cuentan con los dedos de la mano, solo tenemos al
dúo protagonista, Salvador y Montserrat, alías Altisidora. Dos adultos, con sus
cicatrices y sus miedos.
Es
en este contexto en el que el protagonista de la novela conoce a una mujer apasionada,
Montserrat, que es quien le lleva la compra de la única tienda que hay en el
pueblo donde se confina.
Es
así cómo nace entre ambos una relación que va más allá de lo ordinario,
edificando con sus cuerpos un territorio de resistencia frente al mundo de
tinieblas que les rodea.
Reordena
magistralmente como un conjunto de meditaciones donde el idealismo, encarnado
por Salvador lucha por convivir con el realismo que representa Montserrat, a la
que el protagonista llama Altisidora en otra evocación quijotesca, que arrastra
briznas de pesimismo en la solapa de sus cavilaciones.
El
entorno de la pandemia y sus rarezas son el telón de fondo de un amor,
políticos, policías, tenderos y otros personajes se asoman a estas páginas
junto con Rafael Puig, un compañero del instituto al que Salvador acude en sus
recuerdos, alguien que sin saber por qué está presenta de forma continua en sus
pensamientos y al que la historia que cuenta Manuel Vilas le reserva un papel
en ella.
“Un
libro no es literatura hasta que explota algo dentro de quien lo lee”, dijo
Manuel Vilas. Una novela valiente, mudable que admite más de una lectura.
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