Escondido en una caja esperando su
momento, el árbol de Navidad estaba
supercontento.
¡Ya es ocho de diciembre! repetía
ilusionado.
Muy pronto vendrán los niños alegres y
alborotados.
Montarán todas mis piezas, me llavarán al
salón, con adornos, luces, bolas, estrella y espumillón.
Tumbado en el sofá esperando su
momento, el gato de la familia descansa
tan contento.
¿Qué ven mis ojos gatunos? pensaba
ilusionado. ¿Qué hacen los niños alegres y
alborotados?
¡Están montando un árbol, aquí es pleno
salón, lleno de bolas, adornos, luces y
espumillón!
El árbol lucia hermoso y se sentía feliz.
El gato miraba atento y movía su nariz
De un salto subio a las ramas y aporreó sus
adornos, que salieron despedidos y alguno
llegó hasta el horno.
El árbol se quedó atonito, no se lo podía
creer. ¡Tu, bola peluda! ¿Qué es lo que
acabas de hacer?
El gato muy satisfecho trepó ágil a la
estrella, enseño su uña afilada y se puso al
lado de ella.
¡Ni se te ocurra minino! -dijo el árbol
enfandado- como te muevas un pelo me
pongo de medio lado.
El gato acercó su uña y sonrió,
el árbol hacia un lado se inlinó.
Al gato de un plamazo de le borró la
sonrisa y del árbol, de un gran salto,
aterrizó a toda prisa.
Es tiempo de Navidad; dijo el gato en son
de paz- ¿Qué te parece, arbolito, si
llegamos a un acuerdo?
Es tiempo de Navidad, dijo el árbol en son
de paz. De lo que ha pasado hoy, la verdad,
ya ni me acuerdo.
Sin tocar ni un solo adorno, el gatito
delicado se echó en las ramas del árbol con
muchisimo ciudado.
Es tiempo de Navidad, tiempo de amor y
de paz.
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