Agua.
Entera
latitud
de la tarde,
tregua
disuelta
en
lluvia, zanja
donde
se esconden
viejos
miedos, médanos,
piernas
adoradas,
gestos
y devociones.
Agua
que surge
para
orearla, agua
de
memorables lluvias,
de
tormentas que clausuraban
los
veranos, agua
bendita
de los ríos soñados
o
de nocturnas dársenas
de
barcos atracados
junto
al olvido.
Agua
de
los desagües de la ciudad,
sucio
remanso,
de
los solos, de los heridos,
de
los que nada
gozan.
Agua.
Dura
latitud
de la tarde
cuando
nadie te espera, o sólo
la
noche y su noticia
de
abandonadas calles
y
mendigos.
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