Quizás mañana no entienda
por qué bajas la mirada y pareces
un témpano.
Recorreré entonces el mundo
para recoger todas las flores
-sin arrancarlas,
despacio-
y colocarlas cerca de ti.
Sin decir nada, tomaré tus manos,
las colocaré sobre mi pecho
y sentirás la tierra todavía húmeda
de la vida vegetal en mis dedos.
Procuro mantenerme despierta
en tu sueño incómodo
y humedecer lleno de olores
todo el jardín en carne viva
que he ido sembrando para alzar
este hogar
-para ti-
donde todo pueda volver a tener
sentido.
Quizás mañana no entienda.
Pero seguiré hundiendo mis dedos
en la tierra que rebosa.
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