La
tristeza es mi propio terreno
donde
el pasto tierno
llamea
como llameaba
antes
con frecuencia pero no
con
el fuego frío
que
este año se cierne sobre mí.
Treinta
y cinco años
viví
con mi marido.
Hoy,
el ciruelo está blanco
con
masas de flores.
Masas
de flores
cargaron
las ramas del cerezo
y
en algunos arbustos ponen
colores
amarillos o rojos
pero
el agobio de mi corazón
es
más fuerte que el de ellas
porque
aunque antes fueron
mi
alegría, hoy las veo
y
me volví para olvidar.
Hoy
mi hijo me ha dicho
que
en las praderas,
al
final de los bosques espesos,
a
lo lejos, vio
árboles
de flores blancas.
Siento
que me gustaría
ir
hacia allá
y
caer entre esas flores
y hundirme en el pantano
junto a ellas.
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