Cuando
llegue mi invierno me harás falta,
para
sacarme al sol la mecedora,
para
trenzarme los cabellos blancos,
para
escuchar mi historia.
Cuando
llegue mi ocaso y mi demencia,
recuérdame
quién eres si te olvido,
y
tú no olvides nunca quien yo he sido.
Yo
era una mujer de pelo negro,
más
dura que los lomos de un caballo,
volaba
como el viento, corría como el rayo.
Yo
antes escribía y ya no escribo,
ahora
que he llegado hasta la meta.
Dejé
de escribir poemas,
pero
nunca dejé de ser poeta.
Yo
era, en fin, mil cosas que un día pasan
aunque
estén aquí ahora.
Déjame
que te las cuente un día,
mientras
me peinas en la mecedora.
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