No
es un ejercicio tan raro. Cuando arreglamos cajones
heteróclitos,
probablemente queremos arreglar íntimos desórdenes.
Rompemos
papeles, tiramos agendas perdidas, reubicamos rostros
o
días que trastocó la desmemoria. Y hasta rasgamos alguna foto
(no
muchas, por lo general) que consideramos mejor en el olvido.
De
repente, una de esas tardes, medio creativas medio melancólicas,
apareciste
tú. Una foto con un rostro más que resplandeciente,
llanamente
precioso en su sosiego perfecto. Me acordé del fotógrafo
algo
loco –pero buen tipo- que te pidió un remoto verano
que
posaras para él, dominado por el hechizo dórico y lunar de tu belleza.
Me
acordé de nuestros muchos encuentros, Mario, y aún se me vino
a
las mientes mi absoluto temblor al verte, mi sacral miedo a posar
la
mano… Pero recordé, asimismo, tu cuerpo duro y tierno, tus
ojos
de luz, y la humedad de tus labios de seda y carne inmaculados…
Perdí
tu teléfono y me mudé de casa. Si algún día llamaste
después
de aquella mágica y brutal acostada de febrero del 85,
no
habría nadie. Sonaba el vacío. Y nadie te conocía, tan íntimos
se
habían vuelto nuestros encuentros. No me olvidé, Mario.
Nunca
podría olvidarte, pero no tenía modo alguno de proximidad.
Lo
que sí había olvidado era la foto, perdida en un cajón,
la
foto del “puer aeternus” hecha (supongo) cuatro años antes
de
aquel cese inmotivado, absurdo, fruto de una casualidad muda.
Y
ahora, mirándote, no sólo te vuelvo a soñar y a tocar,
sino
que como un romántico loco, inventó futuribles. Tendrás unos
cincuenta
y tantos, si no falla mi memoria. Y estoy seguro, Mario,
de
que serás honesto y cabal. Pero para ti y para mí (confesémoslo)
los
años de la vida sin límite y de la dorada juventud, echaron el cierre.
Seguro
que lo llevas bien, yo no. No puedo olvidar los días de la belleza
y
de las flores, y busco y rebusco rescoldos de placer y hermosura…
Los
dioses castigaron mi idealismo con sed inmarchitable de belleza.
Guardo
tu foto y te bendigo. Eras bello y bueno. Platón te habría
sonreído
. Sólo quienes vean esta foto saben lo perdido… Yo me
digo:
El beso del anciano alegra dos veces el corazón de Afrodita.
Y
beso tu luz (húmedos los ojos) cerrando ese cajón hasta nunca.
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