Agnès
Martin-Lugand
se "pellizca" cada día para asegurarse de que "no es un
sueño", y no es para menos, pues su debut literario con la novela "La gente feliz lee y bebe café"
es la primera en saltar en Francia desde la autoedición digital al formato
libro gracias a su formidable éxito.
Ésta
como muchas otras muchas novelas fueron rechazadas por las editoriales, la
autora, al final el auto editó. Tuvo un éxito enorme alcanzando enseguida los
primeros puestos en Francia.
Una
novela que está en boca de todos y que corre por la blogosfera y redes sociales
como la pólvora. Estaréis de acuerdo conmigo en que el título, por sí, atrae y
mucho.
Tras
la muerte de su marido y de su hija en un accidente, Diane lleva un año
encerrada en casa, incapaz de retomar las riendas de su vida. Su único anclaje
con el mundo real es Félix, su amigo y socio en el café literario La gente feliz lee y toma café, en el
que Diane no ha vuelto a poner los pies.
Decidida
a darse una nueva oportunidad lejos de sus recuerdos, se instala en un pequeño
pueblo de Irlanda, en una casa frente al mar. Los habitantes de Mulranny son
alegres y amables, salvo Edward, su huraño y salvaje vecino, que la sacará de
su indolencia despertando la ira, el odio y, muy a su pesar, la atracción. Pero
¿cómo enfrentarse a los nuevos sentimientos? Y luego, ¿qué hacer con ellos?
Esta
novela, con un estilo muy de moda últimamente entre los autores franceses, nos
cuenta una historia que arranca con un drama. Diane lleva un año encerrado en
el ostracismo, incapaz de salir de su propia casa y totalmente ausente del
mundo real. Tras la muerte de su marido y su hija en un accidente, Diane ha
perdido las ganas de vivir y su único enlace con el mundo es Félix, amigo y
socio en un café literario. Como bien se nos dice, la gente feliz lee y toma
café, por lo que Diane no ha vuelto a poner los pies allí.
Diane
ha decidido que debe empezar de nuevo. Darse una nueva oportunidad lejos de sus
recuerdos. Para ello, se instala en un pequeño pueblo de Irlanda, en una casita
frente al mar. Allí, la gente parece feliz y amable. Pero existe una excepción,
su vecino Edward, de carácter huraño y salvaje, despertará en nuestra
protagonista la ira, el odio y aunque ella no quiera reconocerlo, la atracción.
Comienza así una emotiva historia donde veremos cómo Diane se enfrenta a sus
sentimientos.
"La gente lee y toma café” ha sido todo un descubrimiento, una novela llena de dolor, desesperación y angustia, pero, en la que nos damos cuenta que la vida sigue y está en nuestras manos levantarnos y disfrutar de ella. La gente feliz lee y toma café es una novela puramente sentimental.
Empieza
de una manera muy dura y drástica, de golpe, y lo que viene inmediatamente
después son una sucesión de sentimientos muy fuertes de tristeza y pérdida, aún
así la historia avanza de manera fluida, con mucha naturalidad. La forma de
contarla, sin embargo, es muy ligera. Pasamos de capítulo en capítulo con
facilidad, de la mano de unas descripciones sencillas pero efectivas, y de una
primera persona muy bien lograda, y aquí hay que felicitar a la escritora. El
personaje de Diane es totalmente creíble en su forma de expresarse, y ella, es
la encargada de acercarnos a su propia historia, los personajes secundarios también
tienen un peso importante en la trama cogiéndoles cariño. Los diálogos son otro
gran acierto de la narrativa, ya que fluyen perfectamente y dándoles diferentes
voces a los personajes. También se agradece la mordacidad que rezuman algunos
de estos diálogos, y el uso de escenas ligeras y humorísticas.
El
estilo, como es propio de este tipo de libros, es rápido y fluido, se lee con
mucha facilidad y la autora no entra en juegos de tramas paralelas que puedan
incordiar durante la lectura. La historia es la que es desde el principio hasta
el final: una historia sencilla, plausible, cotidiana, de sentimientos, de
segundas oportunidades y momentos que pasan para no regresar jamás... la vida
tal cual es, con sus luces y sombras.
Es
un relato sencillo e intimista, que nos habla de la profundidad de la pena y de
cómo nos transforma, y de la posibilidad de salir adelante aunque sea con esa
tristeza a cuestas. A los que no les llame mucho este tipo de novelas o que
crean que se trata de un melodrama, les puedo decir que no es nada lacrimógena
sino realista, serena y contenida. Fresca, dinámica, espontánea y entretenida,
algo que comienza a ser una corriente muy habitual en la literatura europea de
estos últimos dos años y sobre todo en la nueva era de jóvenes literatos
franceses.
Me ha gustado este libro porque habla de la superación personal, del amor
propio, de cómo afrontar golpes tan duros como pueden ser la pérdida de tu hija
y del amor de tu vida siendo tan joven. Y creo que eso es lo bonito de esta
historia, que cada uno podemos interpretarla de una manera diferente, sacar
nuestra propia moraleja. Transmite ganas de vivir y recuerda que, ante todo,
para poder amar a otra persona se ha de amar primero a uno mismo.
Se
trata de una novela llena de sensibilidad que nos hace volver al origen de
todo, a nuestro interior, a conocernos por dentro: saber quiénes somos, qué nos
gusta, por qué vivimos... Una historia que deja buen sabor de boca
recordándonos que siempre podemos volver a empezar y que la llave para ser
felices está en nuestras manos.
Un
libro que recomiendo para esa tarde en la que no sabes que hacer y quieres una
lectura ligera, es rápido y ameno, en pocas horas lo habrás terminado. Con una
historia que te sacara más de un suspiro y quizás alguna lagrimita.
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