Tuvieron
que pasar catorce veranos para volver. Las calles habían cambiado; nuevas
fábricas erigían humeantes chimeneas, fríos edificios de oficinas donde hubo
majestuosos portones. Me adentré en los jardines del parque, guiada tan sólo
por el perfume de aquellas rosas que tantas promesas regalaron, el murmullo del
estanque en el que hundimos barcos y sueños y el gorjeo de los pájaros
vigilantes de caricias.
El
pueblo era otro. Pero allí estaba nuestro banco. Deslicé la mano bajo la tabla
quebrada. ¿Qué esperaba encontrar? Parecía increíble que siguiera allí,
imperturbable. Aquel ajado recorte en el que apuntamos nuestra próxima cita;
vano juego de niños. 05/07/13.
Noté
unos pasos a mi espalda. De pie, con ese aire bohemio que siempre combinó con
mis ganas de quererte, estabas.
Torbellinos
de otoño derribé, ocasos de diciembre quemé, cada mañana de abril soñé. Estás.
Te debo, me debes, catorce veranos de besos.
Autora: Mónica PG.
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