Chiquilla:
¿Sabes una cosa?
He llegado a saber,
después de muchas vueltas, que tienes los ojos azucarados. Ayer nada menos soñé
que te besaba los ojos, arribita de las pestañas, y resultó que la boca me supo
a azúcar; ni más ni menos, a esa azúcar que comemos robándonosla de la cocina,
a escondidas de la mamá, cuando somos niños.
También he concluido por
saber que los cachetitos, el derecho y el izquierdo, los dos, tienen sabor a
durazno, quizá porque del corazón sube algo de ese sabor.
Bueno, la cosa es que,
del modo que sea, ya no encuentro la hora de volverte a ver.
No me conformo, no; me
desespero.
Ayer pensé en ti, además,
pensé lo bueno que sería yo si encontrara el camino hacia el durazno de tu
corazón; lo pronto que se acabaría la maldad a mi alma.
Por lo pronto, me puse a
medir el tamaño de mi cariño y dio 685 kilómetros por la carretera. Es decir,
de aquí a donde tú estás. Ahí se acabó. Y es que tú eres el principio y fin de
todas las cosas.
Autor: Juan Rulfo.
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