En
mi pecho florido
que
entero para él solo se guardaba.
San
Juan de la Cruz
Vaga
sin rumbo el viento en los campos de Mayo
como
caricia lenta sobre la piel morosa,
y
me trae el rumor de las rubias espigas.
Cabecean
y rolan y ascienden, dibujando
formas
en un instante disipadas,
montecillos
de luz y oleadas de oro
que
bosquejan tu cuerpo en la fuga del aire.
Veo
latir la ofrenda del trigal
bajo
el Sol tan inerme y tan desnudo,
tan
inocente y joven bajo el azul del cielo,
territorio
de paz tan luminoso.
El
tiempo me ha vencido al llegar a este valle
donde
no estuve el día de la mejor belleza,
jardín
inaugural de frutas ofrecidas,
de
fuentes alumbradas, de corolas desnudas.
Y
volveré a faltar cuando el tiempo me alcance
en
la próxima siega, para gloria de otros:
pasarán
sobre él y será suyo,
y
dejarán un rastro de sudor y de polvo.
Sólo
habré sido dueño de una imagen dorada,
engaño
de los ojos por capricho del viento.
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