sábado, 16 de mayo de 2015

CAMPO DE MAYO.



 



En mi pecho florido

que entero para él solo se guardaba.

San Juan de la Cruz



Vaga sin rumbo el viento en los campos de Mayo

como caricia lenta sobre la piel morosa,

y me trae el rumor de las rubias espigas.



Cabecean y rolan y ascienden, dibujando

formas en un instante disipadas,

montecillos de luz y oleadas de oro

que bosquejan tu cuerpo en la fuga del aire.



Veo latir la ofrenda del trigal

bajo el Sol tan inerme y tan desnudo,

tan inocente y joven bajo el azul del cielo,

territorio de paz tan luminoso.



El tiempo me ha vencido al llegar a este valle

donde no estuve el día de la mejor belleza,

jardín inaugural de frutas ofrecidas,

de fuentes alumbradas, de corolas desnudas.



Y volveré a faltar cuando el tiempo me alcance

en la próxima siega, para gloria de otros:

pasarán sobre él y será suyo,

y dejarán un rastro de sudor y de polvo.



Sólo habré sido dueño de una imagen dorada,

engaño de los ojos por capricho del viento.


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