Como la tierna madre, que el doliente
hijo
le está con lágrimas pidiendo
alguna
cosa, de la cual comiendo
sabe
que ha de doblarse el mal que siente,
y
aquel piadoso amor no le consiente
que
considere el daño que haciendo
lo
que le pide hace, va corriendo,
aplaca
el llanto y dobla el accidente,
así
a mi enfermo y loco pensamiento
que
en su daño os me pide, yo querría
quitalle
este mortal mantenimiento.
Mas
pídemelo y llora cada día
tanto,
que cuanto quiere le consiento,
olvidando
su suerte y aun la mía.
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