Con
todo mi dolor metido dentro
me
he asomado a la ventana.
Allí
fuera parecía que no pasaba nada.
Los
árboles temblaban levemente
y
el río, aunque charlaba, no explicaba.
Las
estrellas fulgían sin declararse heridas
y
la noche parecía una música callada.
Era
mentira. Ya sé. Todo me mentía.
Si
no serenidad, indiferencia.
Pero
el que yo gritara mis pequeñas miserias
ante
lo inmenso… ¡mira! ¡Qué vergüenza
creer
que mis problemas son cosas medio serias!
No
encontraba la paz sino la risa
de
un mundo sin sentido y de una explosión perpetua.
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