En
el jardín secreto, bajo el árbol,
despacio,
muy despacio, desataste mis trenzas
y
luego, impetuoso, porque yo sentí frío
y
terca me negaba, arrancaste mi ropa.
Con
cíngulo de larga enredadera
la
deslucida organza que sirviera de colcha
a
la cuna común, experto me ceñiste.
En
la callada hora, muy lejos de los padres,
con
jugo de geranios la boca me teñías
y
ajorcas vegetales en mis breves tobillos
se
enroscaron.
Bailé
furiosamente.
Cual
halo tras de mí henchíase la túnica,
en
torno a ti crecían los aros de mis huellas.
Yo,
tanagra diversa, evasivo laurel y tú quieto.
Perfectamente
quieto.
salvo
el brazo con el que me flagelabas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario