Quiero
huir de tu lástima, y tropiezo
con
mis zarzas de miedo
y
con mi nido
de
alegrías dormidas, y desgarro.
Has
tendido
tu
sonrisa en piedad a mi costado,
y
te quedas
a
mirarme ceder, sombra inclinada
como
un tronco crujido
de
castigos.
Tus
dos brazos cruzados, y ya ajenos,
y
una boca de beso
que
se guarda.
Nunca
me vi pequeña como ahora,
a
los pies de tu altura
compasiva.
Nunca,
como hoy, descalza
y
azotada,
a
un instante del nunca, irremediable.
Ya
no vibra mi carne
en
paraísos,
ni
en infiernos, ni en manzanas, serpientes,
ni
en exilios.
Una
lacia
sensación
de desgano que me arrastra,
un
insomne desorden
de
cabello, una pena tremenda de estar triste,
y
un deseo
de
morirme mañana,
antes
que partas, y dejarte
sonreír
de piedad sobre mi ausencia.
Realmente no tengo una sola palabra, todas las expresa Matilde
ResponderEliminarLuna, cuando lees el poema, te quedas sin palabras... Peor de todo, que aún esté pasando...
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