Pienso
en las estaciones donde cogí un tren.
Soy
incapaz de recordar con precisión
los
murales cubiertos por el humo y la indiferencia,
el
banco que prefiere
la
aterciopelada mugre de los vagabundos,
las
maletas llenas de secretos y banalidad,
el
banderín rojo que flamea
como
una amapola nocturna.
Únicamente
consigo evocar,
Hasta
en los detalles más nimios,
el
picante olor del acero recalentado,
que
llena de congoja los andenes
cuando
el chirrido de los frenos anuncia
que
con el viaje termina la esperanza.
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