No
debería estar aquí
naufragando
en la orilla del sustento
llena
de algas la lengua.
Espirulina
para
rendir más, cañas de bambús
para
la espalda, vitaminas para el alma,
meditación
para no vomitar entre horas.
El
capricho de la sonoridad del tiempo
con
su lentitud azotada de lunes.
El
absurdo de estas cicatrices
confusas
de sí mismas
que
bajo ninguna condición se harán canto.
Tanto
esfuerzo para qué,
si
yo solo deseaba
saber
de la estratégica huida de los pájaros.
Reclamo
otras costas desde la garganta de esta derrota;
las
de arena y corales,
con
el don del agua
y
algas ciertas con la certeza
de
que serán solo eso; obstáculos
innobles
para la aventura ciega de la ola.
Abandono
mi cuerpo
y
salgo a buscarlo al andén
de
la madrugada.
Me
lo enfundo como una pistola de fogueo
que
asusta pero no revienta.
Y
tiro de él,
tiro
y tiro
hasta
que, volteando la sangre,
lo
adormece.
Reclamo
la moral intacta de cuando
el
éxodo consistía en no borrar caminos
lejos,
muy
lejos del polvo apropiado
por
las espuelas del poderoso.
Busco
el milímetro de mí misma
sin
las marcas sistemáticas de lo inútil,
con
el afán impertinente de quien
sabe
que vida hay solo una.
¿Formas
de ir muriendo?
Miles.
Esta
es una.
No hay comentarios:
Publicar un comentario