La
gran fiesta ha comenzado:
la
señorita Margaza
ya
tiene vestido blanco.
¡Si
vieras qué guapa estaba,
de
blanco, siempre de blanco!
Y
el cardón,
el
cardón de los barrancos
estiraba
perezoso
sus
brazos altos, muy altos.
Y aunque ya sé
que
lo sabes,
que
te lo han contado tanto:
levántate
tempranito,
corre
deprisita al campo,
y
allí,
donde
nadie te vea,
escucha
cómo florecen
una
y mil flores,
muy
nuevas,
y
tabaibas agridulces,
y
balos de las laderas,
porque…
aunque
siempre te lo dicen
los
locos y los poetas,
no
hay como salir de casa
y
transformarse en silencio
en
mariposa, flor… o abeja.
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