Ligera
fue tu voz, mas tu palabra dura
con
vuelo de paloma sin más peso
que
su inmóvil cruzar el mar del viento;
y
persistes como un sonido bajo el agua,
desde
mi piel al aire levantada,
ligera
como fuiste, como esa ala
que
olvidada del mundo se recrea,
convertida
en ausencia y en olvido.
Vivo
de oírme el cuerpo y de entregarme al tiempo
como
a un rumbo sin luz la adormecida rosa,
como
asoma en el sueño y luego muere
el
cielo que una tarde contemplamos,
y
oigo la vida en mí, su aliento te recuerda
ingrávida,
en latidos desprendida,
con
un temblor de silenciosas aguas
de
su propia amargura renaciendo.
Sufres
conmigo cuando sólo miro
que
el amor es un cuerpo de imágenes poblado,
y
caricia se llama al tocar el recuerdo,
a
sentir las tinieblas en las manos
y
en un esfuerzo inútil oponerse
a
ese tiempo que arrastra nuestro duelo
hasta
inclinar los labios a la nieve
y
tender en ceniza nuestros cuerpos.
Te
siente el corazón como un aroma
que
en un eco perdiera sus imágenes,
y
me palpo la piel tocando en ella
la
tersura del agua donde yaces,
y
después quedo solo, enamorado
de
esta voz que del cuerpo te desprende
tornada
en pensamiento, y en palabras te crea,
nacida
nuevamente de mi sueño.
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