Un
mar está lejano,
acaricia
arrecifes.
Pez
o rojo coral
en
luz clara reviven.
Doras
con tu presencia
el
tibio, el puro, el cálido
dulce
y húmedo viento.
En
tu cuerpo descanso.
Tus
ojos son el mar,
el
mar eres tú mismo
-bronce
aún débil-, un cielo
pesa
en tus hombros, vivo
cuerpo
amado. La arena
-luz
que se entrega a todos-
sobre
las piedras blancas
reverbera
sus oros.
La
luna en su menguante
roja
se nos ofrece
como
fruta lejana
que
estrellas paladeen.
Tú
estás allí y el mar.
Yo
aquí frente a la tierra
con
su forma tangible
que
nos separa espesa.
Nos
desune, gravita
lo
sólido. Interpone
su
densidad, distancia.
Nos
va borrando nombres.
Oh,
dulce amor, recuerdo
para
siempre. Qué limpios
los
que el aire me trae,
memoria
sin olvido.
Viento
de aquella mar
salado
en nuestra sangre,
déjame
en el presente.
Calla
el alma. No sabe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario