Esto
no es más que un gran pretexto para
poder
decir
no
me acostumbro a no tener tus manos temblando
entre
las mías,
no
me acostumbro a mirarte a los ojos a distancia.
Una
mirada tuya vale más que una ciudad abierta.
Yo
he conocido cómo todos los vientos ardorosos
te
cantan.
No
me acostumbro a reprimirme la ternura,
a
confundir las palabras cuando asientes,
Hoy
quiero comprometer todas mis cartas;
es
corta la vida: no quiero lamentar tanto silencio.
No
me acostumbro nunca a no llamarte,
a
no sentir tu voz,
a
ser un rostro más contra la lluvia.
Pero
acaso deba acostumbrarme.
Acaso
arrastre el próximo verano.
Quizás
amor sea una palabra excesiva entre
nosotros
quizá sea todo sombra callada
para
poder a veces cuando estalle.
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